jueves, 27 de diciembre de 2007

El olor de mi casa

Mi casa huele ahora como recuerdo el aroma de la de mi abuela. Cuando entras crees que te has equivocado y has vuelto a uno de esos pequeños pueblos en los que la panadería se divisa antes por el olfato que por la vista. Los que pasan junto a la cocina se sorprenden y preguntan: "¿Huele a pan?"
Síiiii. Recién hecho. Tostado, crujiente, integral de trigo con sésamo y con pipas... o de centeno y lino... o de la apretada espelta. Después de leer a frikosal todo fue ir a buscar una máquina poderosa que me volviese panadera. Y había una a muy buen precio (54 euros), lo que permitió hacer el experimento de comprar el aparato (hasta diseño tiene y todo... pega con el microondas porque es de alumnio y cristal... ayyyy.... ) para ver qué tal resultado daba.
Hay que reconocer que ha hecho falta más de una semana para que el pan salga realmente bueno, porque hubo que hacer experimentos con cantidades y no todo salió lo bien que debiera. Un trozo salió salado... otro demasiado duro... uno más tan compacto que servía de arma asesina... pero ya casi está lograda la piedra filosofal de la receta... ¿os cuento más???

viernes, 21 de diciembre de 2007

El rincón del viaje: Cholula



La pirámide más grande del mundo se esconde en una ciudad llamada la de las cúpulas. Es la ciudad de Cholula, en México, y la pirámide que se eleva sobre una colina es la que tiene mayor base del mundo. Supera en masa a las famosísimas pirámides de Egipto. Tiene cuatro veces más volumen que Keops.

Casi desconocida, la pirámide de Cholula es un ejemplo más de cómo los conquistadores llegaron al llamado Nuevo Mundo a imponer sus criterios. Hacía siglos que la pirámide se levantaba en Cholula, pero cuando llegaron los hombres de Hernán Cortés hicieron que en la cúspide se estableciera un templo en honor de la Virgen de los Remedios.

El cambio se produjo a finales del siglo XVI. Los católicos conquistadores dejaron claro a los indígenas que sus dioses y su religión iban a quedar también conquistados. Se calcula que la primera pirámide de Cholula se empezó a construir alrededor del año 200, pero de esa época de Teotihuacan apenas quedan ya unos restos de pintura coloreada.

Los conquistadores, al menos, no destruyeron la pirámide, probablemente porque lo que encontraron fueron restos de adobe de una construcción que se encontraba superpuesta a otra. Y dejaron que nos llegase hasta hoy.

Ahora se sabe que hay ocho kilómetros de túneles en esta pirámide. Angostos y oscuros, son uno de los principales atractivos para los turistas, que no quieren dejar de pasar por esos escondrijos en los que se guarda la historia de las pirámides superpuestas. Pero no siempre se han podido ver esos túneles cónicos. Fue hace apenas unos pocos años, a consecuencia de un terremoto, cuando se pudieron hacer análisis arqueológicos profundos en el corazón de la construcción, y cuando se decidió abrir al público uno de los secretos que más llamaban la atención.

Parte de las tripas de la pirámide más grande del mundo están ya a la vista. Y, como si de un pequeño Louvre se tratara, hay pirámides de cristal sobre el suelo que dejan ver las profundidades de la pirámide.

Cholula tiene además muchos otros encantos. Los conquistadores levantaron en el pueblo tantas iglesias como templos paganos encontraron. Eso cuenta la leyenda, que añade que se levantaron 39. Cholula, la ciudad de las cúpulas, lleva habitada 25 siglos ininterrumpidos. Y tanta historia da para mucho.

lunes, 17 de diciembre de 2007

Obispos VIP


¿Los obispos no tienen voto de pobreza? Lo deben tener en el olvido, hace ya tanto tiempo que lo hicieron desde que fueron ordenados sacerdotes que se les ha olvidado. Qué palabra, ordenados ¿Fueron mandados ser? Pero no me quiero perder. No entiendo qué hace un obispo en la sala club del AVE. Y es la que usó la semana pasada el obispo de Sevilla Carlos Amigo Vallejo. Eso supone que en el desplazamiento entre Madrid y Sevilla ha invertido más de 125 euros, que sumados a los del viaje de vuelta suponen una cantidad para la que seguro que la iglesia tiene mejores destinos. ¿No puede el señor obispo viajar en turista? ¿O en autobús que es más barato aún? ¿No se mezcla con el común de los viajeros? ¿No tiene nada que decirles o es que teme lo que le puedan decir a él? ¿Qué hace un obispo en los compartimentos exclusivos y caros del tren ?

jueves, 13 de diciembre de 2007

No compremos niños

Los niños nos están desbancando a las mujeres en un triste record: el de reclamo publicitario. Prácticamente en uno de cada cuatro anuncios televisivos los niños aparecen en pantalla. Salen para anunciar coches, para animarnos a comprar acciones, para vendernos un seguro, como futuros conductores, como científicos que buscan soluciones milagrosas o como aventureros. Nos venden a nuestros niños como imagen de la candidez, la bondad, lo tierno... y lo hacen para que compremos. Nos ponen a niños para ablandar nuestro corazón de consumidores y para llegar hasta el cerebro de los pequeños y que ellos en la tienda lloren para que compremos una marca determinada.
Y no estamos reclamando por ellos que cese este comercio. Un comercio que, además, como ha destacado un grupo de pediatras de Jerez de la Frontera que ha analizado anuncios de televisión, reproduce los cánones más antiguos. Los niños de los anuncios aparecen como personas activas, imaginativas, inquietas, valientes y aventureras. Las niñas se reservan el papel de sumisas, tranquilas, amables... y, lo peor, sensuales!!! En un anuncio puede aparecer totalmente descarada una niña en minifalda y top insinuándose delante de un micrófono mientras canta.
Ahora que nos inunda la publicidad, boicoteemos los productos que usan a los niños... es todo lo que, de momento, se me ocurre hacer...

lunes, 10 de diciembre de 2007

La ciudad excesiva



La ciudad está fea, está incómoda, está abarrotada y despistada, está perdida entre el mar de compras y anhelos. Estos últimos días han sido un abuso para las abarrotadas calles del centro que no podían soportar tanto peso humano y de palabras sobre iluminación, sobre fiestas, sobre planes futuros. Los escaparates no aguantaban una mirada de deseo más. Los bares han explotado de bullicio y se han obsesionado con las voces. Los autobuses renqueaban bajo el peso de abrigos y bufandas. Los museos han planteado un comité de quejas por el exceso de murmullo en las salas... y este es solo el principio de lo que sufriremos hasta cuándo...

Foto de: 20minutos.

domingo, 2 de diciembre de 2007

El rincón del viaje: Yazd


El adobe sigue en pie en Yazd, una de las ciudades más auténticas de Irán. Entre los edificios levantados con el barro de la tierra resaltan y admiran las grandes torres que tiene cada uno de sus edificios. La pregunta surge inmediatamente. ¿Qué son esas torres de adobe que se pegan a cada casa? Pues nada más y nada menos que uno de los más ingeniosos sistemas de ventilación de la historia. En su interior, hay corrientes de aire frío que refrescan los interminables y artormentadores días de calor en verano; mientras que el aire caliente aporta confort en las jornadas frías del invierno.

Las calles son estrechas en Yazd. Componen vericuetos sin asfaltar en los que se resguarda la temperatura y se esconden los niños. Juegan entre el polvo de unas callejuelas de color marrón anaranjado en las que se reparten las tiendas de las plantas bajas. Curiosas para el ojo del visitante son las panaderías. El pan que se hace en la ciudad es redondo, y enorme. Los niños van a comprarlo cada día y lo transportan sobre su cabeza. De esa forma, parece que los pequeños llevan enormes y finísimos sombreros sobre su pelo oscuro. Sus siluetas elegantes, con los panes bien sujetos, se cruzan con hombres que van al trabajo y con las mujeres que hacen recados. En Irán las mujeres no pueden enseñar la piel, ni el pelo. Están sometidas a rigurosas normas morales y legales que prácticamente les impiden vivir sin un hombre a su lado.

Yazd es una ciudad todavía muy poco turística en el ya de por si poco turístico Irán, pero precisamente por eso una visita por sus viejas calles permite acercarse a un país demasiado desconocido. La ciudad vieja de Yazd está separada de la nueva por una antiquísima torre de vigilancia a la que se puede subir. Desde arriba se descubre el entramado de callejas y, sin pagar las costosas entradas de torres como las de cualquier ciudad Europea, se puede disfrutar de un ambiente sin contaminación visual. Las chimeneas, las torres, los tejados… todo se abre para ser visto y disfrutado.

En el viejo Yazd la llegada de turistas se vive como un acontecimiento, y la noticia corre rápido entre los comercios y entre los más jóvenes. Los que estudian inglés pueden acercarse tímidos para ensayar una lengua que es muy poco hablada aún en Irán. Y ellos ponen al corriente de muchas costumbres de su país. Un país amable y educado, con hábitos muy alejados de los nuestros. Por ejemplo, nunca hay que olvidar en Irán que pagar no es una tarea fácil. Abonar una compra o la cuenta del taxi exige tres intentos.

Sí, hay que ofrecer tres veces el dinero, porque el comerciante dirá que no dos veces antes de terminar de aceptarlo. Es una norma de cortesía que no hay que confundir con una negativa a que les paguen. Si alguien se va de una tienda sin abonar la compra porque no sabe esta norma, tendrá detrás al dependiente exigiendo el dinero. El rechazo inicial es sólo cortés. Y ésta es sólo una de las diferencias de un país único como Irán.

miércoles, 28 de noviembre de 2007

Sin cenas



Ya están empezando a llegar las invitaciones para las comidas y cenas de Navidad. Las empresas, los partidos políticos, las instituciones... inician un fin de año de gasto incontrolado de invitaciones para tratar de influir en los demás. Los grupos políticos invitan en el Congreso y en el Senado a los periodistas acreditados... y reparten un regalito. El del gabinete de prensa del Congreso es uno de los más demandados y esperados. Manuel Marín no escatima en estos detalles, él, uno de los políticos mejor pagados del panorama nacional, siempre tan elegante y ricamente ataviado, no repara en una minucia de gasto para plumillas y foteros. Invitan las farmacéuticas, las Bolsas (regalos también muy jugosos), las asociaciones, los ministerios, los colegios profesionales...
Y nosotros vamos, unos resignados a gastar nuestro propio tiempo en un compromiso social, y otros encantados esperando a ver qué cae. Está extendida la idea de que estas comidas ayudan a conocernos más entre nosotros. Pues bien... no es verdad. Tendemos a sentarnos con la gente que ya conocemos, y mejor con un compañero que con los anfitriones. Se hacen escalas de "importancia" que desacreditan a organizadores y a asistentes. Son reuniones a las que no se va voluntariamente, que si nos acercan lo hacen con deuda y nosotros debemos estar libres, y que suponen un auténtico marrón.
Y como nosotros mismos no queremos ser menos, los compañeros del Congreso organizan su propio acto para ir "engalanados" y "emperifollados" copiando al mejor de los altos políticos de turno. Siempre medrando para que acudan los jefazos, en este caso Zapatero y Rajoy. Es habitual la "vice", y van los portavoces parlamentarios. Los periodistas damos nuestros premios y hacemos nuestra "gala". He ido un año. Y ya me quedo. Soporto poco las galas, y menos el cutrerio en el Palace que termina con un "pincha" que pone discos de baile con traje de camarero y con éxitos de hace entre 10 y 30 años....
Cuánto gasto y cuánto desgaste...

viernes, 23 de noviembre de 2007

De cómo me voy haciendo primitiva


Y vuelvo con el primitivismo que veo que me invade. Lo que noto son síntomas. Uno de ellos, no sé si fue el primero que percibí aunque creo que sí, fue ese deseo de expresarme a través de la pintura. Visto cómo reflejo esos sentimientos en la tela blanca tengo una única salida para explicar mi obra: o bien lo que siento es tan básico como unas cuantas líneas mal expuestas en un óleo, o es que estoy volviendo a lo primitivo del ser humano y me expreso como en el Neolítico. Mi mente (sabia ella) ha decidido que estoy en la esencia primitivista humana y no es que ande corta de sentimientos o razón, sino que mi pintura habla de los orígenes… volviéndose pura base.

Otro síntoma de ser primitivo en estado puro es este deseo que me ha dado de hacer punto. Sí. Tejer. Eso es, con las agujas. Ya llevo una bufanda azul eléctrico hecha para Mario… y para mi sorpresa ahora mis hermanos dicen que es preciosa y tengo dos pedidos. Luis quiere una plena de color y Alicia ha reclamado otra llena de colores ¿? Yo ya digo, me estoy preocupando porque por las noches, sentada en el sofá, me relaja coger las dos agujas…

El tercer síntoma que ha aparecido es el deseo instantáneo de tirar el teléfono al suelo cuando empieza a sonar. En el fijo de casa no puedo ver quién llama… y me vuelvo neardental pura a determinadas horas desde el primer segundo en el que oigo sus pitidos.

Más: el olor. El mal olor es capaz de levantarme el estómago y la voz. Cuando llegó el frío empezó el aroma a bolas de alcanfor que soltaban los abrigos. Aroma inconfundible que se une a los cientos de miles que se puede notar en cualquier aglomeración del metro. Y rastreo el olor nauseabundo hasta descubrir de donde procede. Lo localizo y, entonces, huyo como presa acorralada.
Y lo que echo de menos: irme a andar por el monte. Hacer una ruta de horas en las que dedicarme a mirar los colores y las formas naturales. Vamos, hace apenas tres años nunca hubiese deseado perderme en el campo teniendo una buena ciudad a mano. Ahora necesito ver una naturaleza que me es totalmente ajena. Si apenas diferencio tres tipos de árboles….

También me está gustando ordenar las fotos que estaban locas campando a sus anchas por el ordenador. Hay más de 6.000 y estoy organizando el album… ¡hay que ver lo rara que estaba de morena! ….

martes, 20 de noviembre de 2007

Como una sombra



El día que amanece con tan poca luz es del reino de las sombras. Llego de la calle, con lluvia fina que a ratos ha caído desconsolada, y no quiero que ninguna bombilla artificial cambie la oscuridad de la casa. Es el rato de los juegos de las sombras, de los pasillos en los que no se espera a nadie y surge una risa con el cruce. Es el momento de estar, como mi diosa, a contraluz.

jueves, 15 de noviembre de 2007

Vuelta al primitivismo




Tengo que confesar que estoy a punto de preocuparme. Las señales de alarma comenzaron ya este verano cuando empecé a pensar seriamente en pintar. No paredes, ehhhhh, sino cuadros... y nada más y nada menos que al óleo. Nada extraño, dirán muchos, pero yo sé que sí lo es. Y lo es porque no sé pintar. Es más, nunca he sabido.

Bah, pensé, y qué más da, si lo que quiero es sentarme ante un lienzo blanco y llenarlo con color. Ajaaaa, bien, entonces ya no tenía que justificarme más. Cogí el monedero y ¡a comprar! Menos caballete, ya tengo de todo (jejeje, se lo voy a pedir a los Reyes).

Mario se entusiasmó con mi nueva afición, faltaría más. Y yo encontré la excusa perfecta: "Los cuadros no van a aguantar ni media crítica, pero si digo que están hechos a medias con mi amorcito de 8 añitos (ahora ya tiene 9, pero esa ya es otra historia, es que su cumple cae en octubre, ejem.... que lo tengo que explicar todo, joer qué pesada!), entonces ya todo el mundo se enternecerá y en lugar de poner mala cara, esbozará una tierna sonrisa. ¡Eureka!

Dicho y hecho. Para sumar más condimentos, un fin de semana se añadió a la afición mi sobrino, con siete años. Jorge, más conocido en casa como George, o "George de la selva" por su afición a saltar, brincar y subirse en todo lo subible. Su entusiasmo no fue más pequeño que el de mi hijo cuando, por fin, vió qué era eso del óleo y el lienzo.

- ¡Como Picasso!, exlamó. (Es que llevamos a los niños al Reina Sofía las mañanas de domingo o a los talleres de museos... y oye, son de un relisto...)

Una mañana de domingo cerré los ojos, les dejé desnudos en la terraza, y puse ante ellos los lienzos blancos, que armonizaban con el color de esos culillos en los que no habían dado los rayos del sol veraniego. Y se pusieron manos a la obra. Bien, manos a la obra y a las piernas, el estómago, la espalda, los codos, las rodillas, las mejillas....



Quedaron totalmente llenos de ese magnífico óleo comprado a precio de oro en Hipercor (mi ansia por acercarme a la llamada del mundo del arte con rapidez impidió buscar, comparar y comprar a los mejores precios). Acabaron en la bañera restregados con aguarrás... y felices.

(Ya, lo de la vuelta al primitivismo lo voy a tener que dejar para explicarlo en otra entrada, que ya me he liado mucho con tanta explicación.... )

****** (El cuadro de arriba es el de mi hijo y el segundo el de mi sobrino)

lunes, 12 de noviembre de 2007

Mi abecedario


A: amor, arte, amistad, Amparanoia (con ella compartí concierto embarazadas las dos del mismo tiempo y hay cosas que siempre quedan, como el baile de mi hijo cuando escucha su música), armonía, aroma, Africa, Auserón, aventura.

B: besos, bosque, Brown Carlinhos (me ha hecho bailar y desnudar), búsqueda, Benedetti, Ben Jelloun; Böl, blog, batuca (lo reconozco, me gusta bailarla en el gimnasio).

C: corazón, Cien años de soledad, cuentos, Cheik Lo (ritmo africano), Cortázar.

D: deseo, duda, duende, Djavan, Drácula, desierto.

E: Etnosur (festival de música étnica), enología, elección, él, Evora Cesarea, Eco.

F: follar, Faemino y Cansado, farándula, fiesta, flor, Ferrero Jesús, Francis Ford Coppola, Canmpoamor Clara.

G: guasa, Gunter Grass, García Márquez, Golpes Bajos, gozar.

H: Hijos, Habib Koité (música africana de la que llega al corazón), historias, Herman Hesse, Haruki Murakami, Hasta el fin del mundo (la película), honestidad (buscada), hermanos Coen.

I: ilusión, imaginación, India, Irons (mi Jeremy).

J: jamón, juerga, joder, Jaén (sus sierras, su aceite y mucha de sus gentes).

K: Khalil Gibram, Kundera, Keita (más música africana), Kapuscinski (periodista honesto), Khajuraho (los templos esculpidos con pasajes del Kamasutra), Khaled, Kurosawa.

L: locura (a pizcas), literatura, labios, lóbulos, lujuria, líneas, lluvia, Lynch David, Lars Von Trier.

M: manos, madre, Manu Chao, Madredeus, Mahfuz, Malouf, Marisa Monte, música, Monseny Federica…

N: nuca, niño, nieve, néctar, noria, nube.

O: ojos, ocio, océano, otros.

P: prensa, pincel, pasaporte, pensar, Prince.

Q: Quijote, queso (añejo).

R: radio, Radio Futura, Radio Tarifa, regalo, roce.

S: Sampedro José Luis, Sastre, Scorsese, sentir, soledad (deseada), sufí (los cuentos), sonrisa, sol.

T: tú (que has llegado leyendo hasta aquí), té, teatro, Toure Kunda (y siguen los tambores….)

U: universo.

V: vino, viajes, vida, Vietnam, verano, vientre, variedad.

W: Woody Allen, whisky, Wummi, Waits Tom (su voz y su presencia), Wilder.

X: Los x.

Y: Yemen, Youssou N’dour.

Z: zumo, zen.

No sé si todas estas palabras hacen un retrato, o si aproximan, pero aquí quedan como reflejo de lo que se me ha ido ocurriendo en un rato de domingo. Sé que me dejo atrás tantas cosas que me gustan… pero también sé que será ir mejor ir descubriéndolas poco a poco juntos.

Y como esto hay que pasarlo, pues espero que pasen un buen rato haciéndolo Josemaría, Manu Java, Manu el fotográfo maravilloso, el inquieto Trenti y el periodista.

Las fotos son de la terraza de mi casa.

miércoles, 7 de noviembre de 2007

El cuento que debía: El Sol y la Luna


El sol y la luna eran amantes. Vivían su pasión en un lugar sin divisiones de tiempo, sin interrupciones, centrados únicamente en ellos mismos. El sol, el hombre, rubio y fuerte, sentía adoración por la Luna, morena, inquieta y alegre. Ella llenaba su corazón con el calor que salía de su cuerpo.

Eran felices. Disfrutaban de su amor. La Luna sentía curiosidad por el mundo que había a su alrededor y que ellos únicamente presentían. Y empezó a interesarse por los montes que veía bajo sus pies, por los animales, por el agua que manaba en la tierra...

El Sol, poderoso, fuerte y celoso de esa curiosidad de la Luna, lanzó un potente rayo contra los árboles que ella miraba, provocando un incendio con el que quería que su amada dejase de sentirse atraída por la naturaleza. La Luna, entonces, vio su reflejo en el mar y se acercó para contemplarlo. El Sol, sintiéndose desposeído por unos momentos de la atención de la Luna, sacó de su interior todo el calor que pudo y convirtió el mar en un terreno seco y árido.

Cada elemento que despertaba interés en la Luna era destrozado por el Sol. Y ella se sintió desolada. Supo que el amor que sentía por él no se derretía al ritmo de sus dañinos rayos, pero sí entendió que debía separarse de él. Y lloró mientras se iba alejando.

De sus lágrimas plateadas nació la línea del horizonte. Desde entonces, el Sol y la Luna permanecen separados. Unicamente pueden verse durante unos momentos cada día, esos instantes que separan la noche y el día, y en el que los dos siguen mostrando su mutua adoración. Y, desde entonces, sólo pueden tocarse, enroscarse y besarse durante los eclipses que unen sus cuerpos...

martes, 6 de noviembre de 2007

El rincón del viaje: Tinegir



Al Glawi, bajá de Marrakech a principios del siglo XX, colaboró con los franceses en las dos guerras mundiales y proclamó la tierra santa, lo que le dio un lugar en la historia. La fama se la ganó, además, como refinado mandatario de gustos exquisitos. Mandaba construir suntuosas viviendas en los lugares más hermosos de Marruecos, y uno de los que eligió fue Tinegir. Es una pequeña ciudad que ronda los 30.000 habitantes, que es poco visitada por los millones de turistas que van a Marruecos, pero que tiene escondido un regalo. Es el palmeral que se extiende por los alrededores del Atlas, uno de los más impresionantes de todo Marruecos.

El color del adobe en la construcción de Tinegir hace que la propia ciudad se confunda con la tierra. Las suaves colinas con escasa vegetación asumen las casas de los habitantes de la zona, y en medio de esa armonía, rompe el verde de las palmeras. Un verde intenso que da vida y contrastes a Tinegir.

La mejor vista está en el hotel Sagrho. Por las mañanas, Tinegir amanece con bruma. Una espesa luz blanca tapa el camino que desde el hotel baja hasta el pueblo. Apenas se divisan las colinas marrón suave. Y en la terraza del hotel, mientras se va consumiendo una taza de te, se ve el paso del tiempo. Se ven los segundos, porque con ellos va desapareciendo la bruma del amanecer. El tiempo, personificado en ese liviano manto blanco, va dejando que el cuerpo despierte a través de los ojos. Es la vista la que impulsa a los sentidos. Los montes recortados sobre un cielo que tira a ocre van apareciendo poco a poco. Se van descubriendo. Y ya aparece también el camino de tierra que lleva a Tinergir. Mujeres envueltas en color blanco descienden al pueblo. Con su paso arrastran motas de polvo que delatan su recorrido.

Los detalles desde la terraza del hotel con vistas son infinitos. El palmeral se deja observar tranquilamente. Durante años ha crecido para dar fama a Tinegir y parece orgulloso con las admiraciones que despierta.

La altura del hotel deja ver los tejados de las casas del color de la tierra. En verano es fácil entrever los cuerpos tumbados de los que huyen del calor de las viviendas. En invierno, las noches son frescas, ayudadas por los más de 1.300 metros de altitud a la que se sitúa la ciudad. Esta ciudad, pequeña, perdida en el mapa, es una parada con nombre propio para los que buscan las famosas gargantas del Todra y la de Dades.

sábado, 3 de noviembre de 2007

Mientras me pinto los ojos




Estaba a punto de terminar de pintarme los ojos al más puro estilo Nefertiti cuando me he descubierto pensando en reinados que son de este mundo (qué triste, con lo infinitamente más divertidos que son los del antiguo Egipto). A punto estoy de salir a cenar a un restaurante blanco que me gusta de La Latina y he tenido que parar para contar eso que me ronda por la cabeza mientras sigo con la línea negra. Ceuta y Melilla recibirán el lunes la visita de los reyes y a los niños en los colegios les dan el día libre. Eso suena a tiempos pasados, cuando las visitas oficiales tenían que cubrirse con el "entusiasmo" de la población. Querrán fomentar así que haya caras infantiles sonrientes al paso del cortejo... Pero se ha generado un conflicto diplomático con Marruecos. Lógico. Ceuta y Melilla están geográficamente en su territorio. Son ciudades marroquíes. Como Gibraltar geográficamente es de la península y, por tanto, está en España. Pero no dejan de ser incongruentes estos gobiernos que nos deleitan con sus decisiones. Ceuta y Melilla nuestras... y Gibraltar también.... pero algo no cuadra ¿no? Me voy vestida de negro al lugar blanco.

lunes, 29 de octubre de 2007

¿Quienes son?

¿Qué pensaríamos de un grupo profesional en el que uno de sus miembros tiene que continuar su jornada laboral a pesar de que su hermano menor yace muerto en un tanatorio desde hace unas horas; en el que otro forma parte de ese selecto equipo porque su padre puso ante el jefe una chequera en blanco para que el niño pudiese cumplir su sueño; y en el que una más tiene que coger un avión a pesar de estar a punto de dar a luz para no faltar a una reunión anual clave?

viernes, 26 de octubre de 2007

Un cuento nubio



Tengo pendiente contar un cuento del sol y la luna... pero hoy me he vuelto a acordar de los que quieren llegar a nuestras costas y mueren en el intento. Me he vuelto a acordar de esos enormes cuerpos negros llenos de esperanza a los que tantas veces se rechaza por su color, y eso ha llevado al recuerdo del un cuento nubio que os voy a contar: Dios decidió crear un hombre y lo hizo modelando arcilla. Cuando consiguió la forma que le pareció ideal decidió meterlo en su horno de pan. Quiso que quedara bien cocido, para que las grietas no lo rompieran al menor golpe, y lo que sucedió es que lo dejó demasiado tiempo metido en el horno a altas temperaturas. Cuando sacó su querido molde vió que estaba quemado, salió negro. Y se le ocurrió enviarlo Nilo arriba. Decidió que tenía que hacer otro hombre de arcilla, y que esta vez quedase bien. Volvió a hacerlo con manos delicadas y lo introdujo en el horno. Para que no se quemase nuevamente lo tuvo muy poco tiempo en el horno de hacer pan. Al abrir la puerta volvió a decepcionarse: lo había sacado antes de tiempo y era un hombre blanco. Entonces lo mandó a los países del norte. No se dió por vencido, y fue a por su tercer intento. Modeló nuevamente, le prestó atención a los rasgos, que hizo tan delicados como los del hombre blanco, y volvió a meter la arcilla en el horno. Y esta vez sí, sacó del horno a un hombre con un delicado color cobrizo. A él le dejó quedarse en las mejores tierras del Nilo.

miércoles, 24 de octubre de 2007

En otoño


Ha amanecido un día como los que suelo añorar al cerrar los ojos. Las nubes han escondido el exceso de luz y la mirada se puede recrear en cada uno de los rincones. Los ojos agradecen no padecer el guiño que les hace entrecerrarse para disfrutar del paisaje. Un día nublado de otoño para dejarse mecer. Con finas gotas de lluvia bajo las que caminar sin prisa, sin paraguas, dejándose helar suavemente por su contacto casi frío. El aire que nos roza hoy es acariciador. Si esta tarde llega cierta melancolía al salir a la terraza dejaré que se acune dentro y, juntas, pasaremos una noche de confidencias.


Foto: Danae recibiendo la lluvia de oro, de Tiziano.

lunes, 22 de octubre de 2007

El rincón del viaje: Jodhpur


India es el país de las sensaciones, de las emociones, de lo espiritual y lo material… del dolor y de la belleza… de los contrastes y de los colores. Y la ciudad de Jodhpur es la que tiene dentro de sí el azul. Es uno de los principales núcleos urbanos de la región de Rajasthan y en sus estrechas y sinuosas calles del barrio antiguo abundan las casas pintadas de índigo. Son las casas de los bramanes. Y son esas paredes las que han llevado a que Jodhpur se haya llamado la ciudad azul. Entre las vacas sagradas que comen sin descanso, sin miedo y sin prisa por mitad de las vías, aparecen tenderetes de especias, de telas y de frutas que acompañan en la gama de colores a los azules de las calles. Las mujeres de Jodhpur, vestidas con sus saris rojos, malvas o verdes mezclados con el dorado terminan de inundar las retinas de esos colores puros tan alejados de nuestras ciudades occidentales.

Las mejores vistas de la ciudad son las que hay en un impresionante fuerte situado en un risco que se levanta 125 metros sobre ella. Es la fortaleza más imponente del Rajasthan y para llegar hasta allí vuelven otra vez las sinuosas curvas que salen desde la ciudad que descansa a sus pies.

La fortaleza ya se ve impresionante desde la ciudad, pero eso apenas es un adelanto de lo que se podrá disfrutar una vez en el recinto. Si decimos los nombres de los palacios que hay dentro nos vamos a poder hacer una idea de su belleza. En la fortaleza de Jodhpur están el Palacio de la Flor… el Palacio de la Perla y el Palacio del Placer. Todo estaba hecho dentro de esta fortaleza para el deleite de los marajás que allí vivieron. Un deleite sobre todo de ellos, de los poderosos señores que mandaban y disponían de la vida de los demás. Todavía se ven las quince huellas de manos que recuerdan el sati de las viudas del maharaja Man Singh, que se arrojaron a su pira funeraria en 1843.

En los salones de los palacios… la luz juega con paredes revestidas de filigranas verdes que le quieren quitar el protagonismo a vidrieras rojas. Hay paredes adornadas con todos los colores del arco iris… hay techos de madera, hay piedras preciosas adosadas…. Y hay muchos turistas. Pero no turistas de aquí, de esta zona del planeta… sino de allí. Los hindúes que viajan para conocer su país se acercan hasta la fortaleza de Johpur y disfrutan viendo su majestuosidad. Pero también disfrutan mirando a los occidentales que llegan acalorados y con los ojos desorbitados no queriéndose perder un solo detalle.

Y los turistas de la India nos hacen tantas fotos como nosotros a ellos. Llegan ataviados con las ropas de cada una de sus regiones y llenan de colores las calles. Nos asombramos y se asombran. Es un divertido juego que nos distrae, apenas unos momentos, de la armónica belleza de la fortaleza de Jodhpur y de sus sinuosas calles.

jueves, 18 de octubre de 2007

Y ahora yo


Ahora os voy a contar como imagino mi vida después de la jubilación. Está inspirado ese deseo en una pareja francesa con la que coincidimos en el viaje de verano que hicimos a Yemen (en la foto) el padre de mi hijo y yo hace ya más de 10 años. Los dos miembros de la pareja sobrepasaban los 70 años y el 1,70 de estatura. Tenían unos cuerpos angulosos, finos y cansados, pero dispuestos a seguir viviendo. Coincidimos con ellos cerca de Mareb, en una montaña donde vivía uno de los pueblos más curiosos del machista, atascado y subidamente integrista Yemen. Se trata de una población en la que las mujeres son las que se dedican al comercio, a la obtención de la riqueza que sustenta a toda la comunidad. Hacen telas coloridas, llenas de juegos visuales divertidos. Y bajan a la ciudad a vender las telas y todo lo que producen.

En el camino que lleva hasta ellas paramos para tomar un té, y allí estaba la pareja francesa. Solos, con un guía, tranquilos, a ritmo lento, bebiendo y acercándose a un país hermoso, desconocido y severo. Sin temores, sin ansias de ver rápido, los dos aprovechaban sus cuerpos y sus mentes para conocer.

Desde que los vimos, tan cercanos, pensamos que esa es una magnífica forma de envejecer. Y ahora, después de tanto tiempo, sigo pensando que es la más maravillosa de las jubilaciones.

Me gustaría seguir teniendo mi casa de Madrid como punto de referencia a la que llegar después de un largo viaje. Una casa en la que descansar y en la que ver a la gente que quiero aquí. Un refugio de primavera o de otoño en el que planear el siguiente viaje. Porque quisiera tener en mente siempre un siguiente viaje que realizar con la persona a la que quiera….

martes, 16 de octubre de 2007

Ella tiene miedo



Tiene 82 años y hace uno que su marido murió en sus brazos de un infarto al corazón. Es redondita, suave, dulce y blanca. Su mayor deseo hubiese sido ser profesora para enseñar a los niños a escribir y a pensar, pero se pasó sus mejores años vendiendo fruta y atesorando los billetes que ganaba ofreciendo a sus clientes sólo las mejores piezas. Las peores, las que estaban picadas, las llevaba a casa y las ofrecía de regalo a la familia subía hasta su cuarto piso para visitarla.

Es mi tía, es mi madrina. Y desde hace un año llora sola en su casa agarrada a un medallón entregado por los servicios sociales para que avise si se pone enferma, si sufre aún más. Sus dos hijos van a verla algún que otro fin de semana. Mi primo se olvida de coger el teléfono cada día para saber cómo está y sus llamadas se distancian. Mi prima la llama a diario, pero la semana pasada se conformó al escuchar a su madre decir que no hacía falta que se molestara en ir a verla, porque aunque estaba en la cama con dolor de huesos, tampoco estaba tan mal. Y tiene su “medalla”.

Mi tía se enorgullece cuando habla con nosotros de sus hijos y de los millones que ha conseguido ahorrar a lo largo de una vida. Los tiene a plazo fijo en el banco esperando ser transferidos a las cuentas de sus dos hijos cuando muera. Bueno, añade, también están ahí por si hiciesen falta algún día. Ella considera que ese día de la vejez aún no es hoy.

Mi madre ha ido a verla esta semana y, una vez más, le ha pedido que contrate a una persona para que le haga compañía, para que le limpie las baldosas de la cocina, para que salga con ella a comprar esa fruta que tanto sigue apreciando. Para distraerse ha encontrado un sistema: sale a comprar cada día lo que necesita. No acumula nada, porque así tiene que salir a la calle a comprar y se entretiene con sus recados. La tele la ve poco, siempre ha preferido leer, aunque ahora la pone de fondo para imaginarse que está con alguien en casa.

Ella tiene miedo. Mucho. Y doble, o triple. Tiene miedo a gastar el dinero y a que alguien entre a su casa y le haga daño. Prefiere que el daño se lo sigan haciendo el tiempo y la soledad.

Vive muy cerca de mi casa… pero yo estoy tan liada que en el último año no he tenido tiempo para ir a verla…

lunes, 15 de octubre de 2007

De uñas


Hoy me he levantado frívola y torpe. Torpe de manos, y suma otra vez más y otra torpeza más. Decidí dejar que las uñas de las manos crecieran para que fuesen una prolongación roja de mi. Ahora sobresalen de una forma que me impiden escribir con soltura, llenan mis escuetos textos de fatas de ortografía y, por si fuera poco, inundan de protestas las duchas que todavía (de vez en cuando aún se deja) me doy con mi hijo. Se queja Mario de que le araño al pasarle las manos por esa suave piel con el gel que huele a moras. Y me quejo yo al agarrar...
Quejas vanas, inútiles y futiles. Huecas, vacías y tontas. Me gusta ver ese alargamiento granate de los dedos y los ojos que se le ponen a él cuando ve que se despliegan las garras...

jueves, 11 de octubre de 2007

¡¡¡¡¡He vuelto!!!!!


¡¡¡¡¡Hola!!!!!!! Ya estoy aquí. Por causas ajenas, ajenísimas a mi voluntad, he tenido que estar fuera durante un larguísimo mes. Sin avisar llegó esta ausencia que se ha hecho dura y fría, eterna, dolorosa y suspendida en una falta de consciencia que ya ha acabado. Vengo con ganas de no dejar que os escapeis, con deseos de hablar de mil cosas y de leer todo lo que me contais. Este es únicamente un saludo inicial.... enseguida vuelvo!!!! Miles de besos, millones de recuerdos para todos vosotros por estos comentarios del último mes..... hasta ahora mismo!!!! Mientras os dejo con este cuadro de la felicidad de Gaugin.

lunes, 3 de septiembre de 2007

Cansada de los exclusivos


Todos los que tienen algo que vender quieren tener cerca a los que van ostentando riqueza, por pocos que éstos sean. Los alcaldes quieren tener campos de golf en sus municipios para que los ricos deseen ir a jugar a sus tierras y dejen dinero ¿? en algún hotel lujoso que seguro que tiene dueños de tierras lejanas. Y los políticos quieren vender los productos de su tierra entre los que más poseen. Ellos, en la cúspide de la pirámide dan el “caché” para que luego el resto de los mortales creamos que tocamos la exclusividad al rozar lo que ellos adquieren.

Este, por lo menos, es el planteamiento que hacen algunos centros de poder, político y económico. Hoy se ha presentado una campaña de productos andaluces en una de las salas Vip del aeropuerto de Madrid, en la T-4. Qué ridículo. Los invitados, todos “very, very important”, pero los que compramos el aceite de oliva, las aceitunas de mesa, las gambas o el fino somos los que no estamos en esas salas. Los que al final somos suficientes para hacer rentables las empresas somos los que no esperamos en esas salas. Los que habitan en ellas, por cierto, suelen ser “obsequiados”, con lo que ni consumen. Y es que yo, de marketing de la vida, cada vez entiendo menos…

jueves, 30 de agosto de 2007

Mi querida rutina


Siempre he llegado con pereza y hastío a los últimos días de las vacaciones, a esa vuelta a la normalidad que suponen el trabajo, la rutina, lo cotidiano de una vida que se engancha demasiadas veces en el día a día. Estas horas finales de agosto en Madrid tienen un sabor a tranquilidad que es difícil de soltar. Las calles están más vacías, los restaurantes tienen sitio libre para cenar sin pensar en la reserva, el tráfico se diluye, las compras se hacen más llevaderas por el espacio libre que hay en las tiendas…

Pero tengo que reconocer que este año quiero que vuelva esa rutina, quiero volver a lo cotidiano, quiero volver a un trabajo que me deslice suavemente de la mañana a la tarde, quiero esperar a mi hijo en la puerta del colegio y sacar un rato libre antes de hacer los deberes para ir a jugar al parque, quiero la vida de invierno. Y es que no poder tener lo cotidiano me ha hecho desearlo. Durante unos días de agosto he tenido que hacer reposo, no pude hacer lo que cada día no me gusta hacer, pero tampoco lo que sí. No pude salir a comprar, a dar un paseo o a ver qué película me apetecía disfrutar. He comprobado que me gusta cierto sabor de lo habitual. Y este año saludo con placer a la querida rutina (que, no obstante, desafiaré haciendo algo nuevo que no me deje por entero en sus brazos).

domingo, 26 de agosto de 2007

Esas voces


La estridencia de las voces. Ese es uno de los ruidos que me resultan más molestos y que cada vez descubro con más evidencia alrededor. Lo que me mata no son las canciones a todo volumen en los móviles, que tanto desesperan a Manu; ni los coches que pasan con las ventanillas bajadas con la música desbordando su propio espacio que lamenta el periodista. Lo que me puede son los gritos que se escuchan en la quietud de un restaurante, en la tranquilidad de una espera, en la calma de un parque. Y no es que yo hable precisamente en voz queda, pero intento huir del grito (aunque alguno se me escape llamando la vigésima vez a Mario para que haga algo).

Hace dos veranos fuimos con dos niños de viaje por Rumanía. Mi hijo y mi sobrino (cinco y seis años) vinieron a hacer un recorrido por el país en un coche que alquilamos al llegar a Bucarest. La idea que podamos tener de Rumania desde aquí seguro que es muy lejana al país hermoso, verde, escultural y silencio que es el país real. En ese viaje redescubrí el silencio y lamenté el escándalo que acompaña lo nacional, lo español. Fui plenamente consciente cuando subimos a un teleférico y los rumanos nos miraban sorprendidos por el volumen de nuestras voces. La de los niños gritando su alegría al ver el mundo desde la cabina y el nuestro rogándoles que no armasen tanto jaleo. Ellos no daban crédito a los decibelios que éramos capaces de producir únicamente seis seres humanos. Cuando paseando por esas preciosas ciudades descubríamos un parque infantil nos sorprendíamos, porque no eran las voces infantiles las que nos alertaban de que cerca había un lugar con columpios, como sí ocurre aquí. Y en esos parque los niños jugaban felices, tanto como por aquí.

El año pasado volvimos a repetir experiencia los mismos seis en el sur de Francia. Y ahí la quietud es famosa. Esta vez logramos más silencio, eso sí, a fuerza de advertir cada día a los niños, ya de seis y siete años, de la importancia del respeto.

Y todo lo volví a recordar anoche cenando en un restaurante. Entramos con los dos niños, ahora con siete y ocho años, y los que ya estaban comiendo lo hacían en un volumen relajadamente moderado. Hasta que la chirriante voz de mi sobrino empezó a preguntar qué ponía en la carta…

miércoles, 22 de agosto de 2007

La inquitetud de los mundos


Unos ojos felinos miran fijamente a quien tiene entre sus manos uno de los libros más interesantes publicados en los últimos años. Es la portada de “Kafka en la orilla”, del japonés Haruki Murakami. Durante estas vacaciones he podido leer mucho, casi tanto como a lo largo de todo el año, es lo que tiene la tranquilidad de días que se han dejado pasar lentamente. Y este es, sin duda, el libro que más me ha llamado la atención. Bueno, está claro ya, que estoy de vuelta ¡hola!

Se cuenta la aventura vital en la que entra, sin anestesia, un joven que el día en que cumple 15 años se va de casa huyendo de un padre ausente, un padre que está convencido de que se repetirá la tragedia clásica en la que el hijo le matará. Y en la que añade que la madre y la hermana desaparecidas en su infancia entrarán en la vida del adolescente a través del sexo.

Recuperando la mejor tradición en la que se mezclan las realidades, volviendo a la literatura que combina lo mágico con la vida actual, en este caso japonesa, el relato consigue introducirnos en un mundo paralelo en el que lo sencillo se convierte en filosofía.

Una reflexión para seguir pensando: “Cada uno de nosotros pierde algo muy preciado. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo siempre fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de sus días en tu propia biblioteca”. (Página 580 de la edicición de Tusquets)

Un viejo que en su infancia cayó desplomado al suelo junto a sus compañeros de clase sumido en un desmayo que a él le impidió volver a leer, pero le permite hablar con los gatos; un bibliotecario que mira, comprende y no juzga; una mujer herida en el corazón y anclada en una juventud que le dio el amor; y el quinceañero que huye son los protagonistas de una historia tan ágil que es imposible despegar la vista de sus hojas.

“Kafka en la orilla” me ha hecho recordar las emociones que sentí cuando leí “Cien años de soledad”. La distancia entre los dos libros es amplísima, incluyendo las culturas sobre las que se asientan cada una, pero la magia de los mundos paralelos que se hacen reales está viva en las dos obras.

Murakami llegó a la literatura a través de la música, y sus obras escritas tienen la cadencia de las partituras.

domingo, 22 de julio de 2007

La traidora mente de invierno


La idea de estar junto al mar me sigue atrayendo... y apenas sé por qué. Pensar desde Madrid en la brisa fresca, en el sonido del agua acercándose a la tierra o en el sabor salado del agua y de los cuerpos que se han bañado se convierte en una tentación. Pero eso es únicamente cuando estás lejos de una playa durante los meses de verano. Porque cuando te acercas a ella empiezas a darte cuenta de que lo que tienes en la mente es una idea de postal que queda en pocos lugares y que nada tiene que ver con la realidad.
Lo que hay en la mente es una idea, es un ente que no existe, es una foto fija en la que cada uno de nosotros ha ido borrando todo lo que no quiso ver, pero que está en nuestras playas. Durante los meses de invierno la mente va borrando de la fotografía de la playa de verano todo lo que no le gustó. Así, de la mente desaparecen las miles de sombrillas de colores imposibles que inundan la primera línea de playa desde que va apareciendo el sol. Mi mente de invierno me había hecho este año la trampa de olvidar las hamacas y las neveras sembradas en la arena. La muy traidora se había olvidado de los que juegan al "tenis" en la misma orilla metiéndote la raqueta por el costado según sales de agua. La muy gamberra había eliminado el sonido de la postal de una playa en julio que incluye voces llamando a niños, a abuelos o a vecinos. La muy perversa se había ocupado de eliminar la sensación de que lo mejor es mirar únicamente hacia la línea del horizonte porque si no lo que te encuentras con la vista son paisajes llenos de invernaderos de plástico, de urbanizaciones llenas de ladrillo o de chiringuitos estridentes. Pero apenas ha hecho falta una semana para que, de golpe, la realidad se haya encargado de decirle a la mente de invierno que este año no va a dejar que borre ni un solo detalle de lo que acaba de dejar de ver.

lunes, 9 de julio de 2007

Espacios no humanos


¿Cómo se puede proyectar un mega aparcamiento para un supercine, sin habilitar una acera para que los que dejan allí el coche puedan llegar andando hasta las taquillas? Si un estudiante proyectase algo así, no vería un aprobado en la carrera ni diseñando después una nave que llegase hasta Venus en cinco segundos. Pero eso es lo que pasa en Kinepolis, dentro de la gran Ciudad de la Imagen proyectada en Madrid. Los coches se han quedado atrapados. Después de colas y de aguantar semáforos varios para dejar el coche en el aparcamiento, no hay ninguna salida para peatones. En un lado del aparcamiento hay una carretera, en el otro una discoteca de verano que ocupa lo que era un vial y en otro están las vías del tren. Si quieres salir a pie para ir al cine, tienes que pasar sobre los raíles.

Kinepolis tiene 23 salas de cine y se construyó desterrando los ya casi olvidados cines de barrio. Se levantó sobre la nada, sobre un terreno abandonado a las afueras de la ciudad. Y del campo surgió la inmensidad del cine. Aparcamientos espectaculares, plazas por cientos que luego se fueron complementando con cadenas de restaurantes, con bolera, con tiendas. Una megaoferta de ocio a la que se llega en coche porque no hay (aún) transporte público.

Pero en estas que se presiona desde el potente gigante económico de Kinépolis, situado además junto a las instalaciones de Telemadrid, y nuestra querida presidenta Esperanza Aguirre decide llevar un metro ligero hasta la Ciudad de la Imagen.

Pero en lugar de situar las vías de este tren ligero, estilo antiguo tranvía, por la parte posterior del cine, diseñan hacerlo por la parte delantera. Eso supone que la no demasiado espaciosa acera que conectaba el aparcamiento con el cine se ha convertido en raíles. Ahora, si dejas el coche tienes que andar por los raíles para ir hasta la super entrada de grandes escalinatas que van cambiando de color en cortos periodos de tiempo dependiendo del juego de luces que le llega directamente de potentes focos. El tren ligero está ya en periodo de pruebas, y tiene que ir, literalmente, apartando a los peatones de su camino para poder avanzar. Pero es que no hay otro sitio por el que caminar.

Esto demuestra una vez más que no se hacen los diseños urbanos pensando en las personas. No se humanizan los espacios, se rellenan. Si se construye algo de la nada, hay espacio suficiente para que todo quede a medida de las personas. ¿Tanto cuesta pensar en que somos algo más que un monedero andante?

viernes, 6 de julio de 2007

Las falsas maravillas


¿Qué es una maravilla? Es una cosa que produce gran admiración. Es una impresión causada por las cosas extraordinarias que se encuentran fuera de lo natural o para las que no se encuentra explicación. Y han existido siete lugares calificados así: Las grandes pirámides de Egipto (Keops, Kefren y Micerino); los jardines colgantes de Semíramis en Babilonia; las murallas de esa misma ciudad; el coloso de Rodas; la estatua de Júpiter hecha por Fidias; el templo de Diana en Efeso y el sepulcro de Mausolo, rey de Caria, en Halicarnaso. Pero si las dos maravillas de Babilonia se contaban como una aún se podía sumar el faro de Alejandría.

¿Quién puede designar una Maravilla? Pues parece que cualquier entidad privada con suficiente dinero como para organizar un montaje mundial. Y en esas nos encontramos, como todos saben. Y están a punto de decir qué siete nuevas maravillas sustituyen a las anteriores. Se supone que el resultado es democrático, y sería la primera vez en que esas designaciones se producen así.

Pero en realidad se trata de un gran fraude mundial. Nunca aceptaré la lista que todavía no conozco. Si el propio sistema democrático no tiene garantías (y hacer una votación por internet no reúne los requisitos mínimos), si los monumentos elegidos tienen tan dispares criterios que se hacen ininteligibles, si lo que vale es el acceso de los países ricos a las nuevas tecnologías y, sobre todo, si las personas seguimos siendo tan increíblemente catetas que preferimos votar “por lo nuestro” en lugar de por lo más hermoso… entonces esto no es nada.

La Alhambra es un monumento estupendo, mágico y bello, pero no he votado por ella. No he votado por nadie en la campaña que han iniciado desde Granada, la Junta de Andalucía y el Gobierno. No quiero entrar en los cuellos de botella que nos ponen delante. Yo tengo mis maravillas personales, como cada uno tenemos las nuestras. Tengo esos rincones que he visto y que no se van de mi retina, y tengo los sueños de espacios a los que quiero ir… y siento, otra vez, que nos quieran contaminar. Esta vez nada más y nada menos que las maravillas.

miércoles, 4 de julio de 2007

Ellos nos necesitan ¿Y nosotras a ellos?


Hay cosas que no hace falta que nos justifiquen, pero está bien que los números nos corroboren que son así. Y hoy ha llegado una confirmación de esas que ya intuíamos: "El matrimonio es más beneficioso para el hombre que para la mujer. A partir de los 30 años, el hombre soltero tiene peor valoración de su propia salud que el casado, circunstancia que no se da en las mujeres, en las que el estado de casada se encuentra asociado con peor salud en la práctica totalidad de los grupos de edad".
La fuente es el libro "Los españoles frente a la salud y sus determinantes". Se ha presentado esta mañana en el Senado. Se ha hecho desde la Fundación Gaspar Casal y cuenta con la colaboración de Sanofi Aventis. Los resultados se han obtenido a través de encuestas.
Y ahondando un poco más dicen en el libro que esto puede deberse a que el hombre cuando se casa suele entrar en una vida más estable y equilibrda, con mejores hábitos alimentición y con una reducción en las conductas de riesgo. La mujer percibe su salud peor, sigue este análisis, porque acumula a su trabajo previo el de las tareas domésticas, y cuando tiene hijos se suele depreocupar más de su salud en beneficio de la de los hijos y el marido.
¿Hay unanimidad? ¿Alguna hipótesis diferente?

martes, 3 de julio de 2007

Hoy, lejos de la pecera


Hoy es un día en el que se encontrarán extraños. Se han levantado y no es un día normal. No van a estar juntos escuchando, riendo y compartiendo. Hablando, mirando y escuchando lo mismo. Reflexionando. Recordando días muy diferentes para todos.

Hoy hay un vacío para víctimas del 11-M que no van a llenar con su presencia las sesiones del juicio que se ha celebrado durante 57 sesiones en un edificio habilitado por la Audiencia Nacional en la Casa de Campo. Hoy no van a ver a primera hora de la mañana un tanque de la Policía Nacional con un hombre mirando fijamente a todos los que pasan por la Nacional V mientras aprieta una ametralladora sin soltarla un segundo. Hoy no van a escuchar ni a odiar en directo. Lo harán en diferido.

El día de ayer lo pasé allí. En ese edificio de alta seguridad y bajo perfil. Les estuve mirando la cara, a ellos. No serán todos culpables, puede ser, pero no son todos inocentes. En sus miradas y en su actitud del cuerpo, en sus gestos y en sus risas se les ve demasiado normales para serlo.

Ya todo el mundo ha leído y escuchado lo que pasó allí. Y no me voy a repetir. Solo voy a contar apenas dos detalles, insignificantes, de todo lo vivido.

Víctor es uno de los jóvenes acusados de transportar la dinamita desde Asturias hasta Madrid. Es tan joven, y es tan guapo. Hasta que sonríe, y entonces asoman unos dientes gastados, estropeados y sucios. Ha compartido estos días de juicio con los periodistas. Se ha hecho amigo de muchos de ellos. Y eso ha molestado a algunas de las víctimas, a alguno de sus abogados.

Es tan sencillo. Tanto, que no le puedes negar una sonrisa. Y no le puedes negar un hola a Carmen, la que estuvo con el minero. Vuelve a ser tan joven, y habla con un acento asturiano tan cerrado a todo el que la escucha. Cuenta que hace dos años que está con su novio nuevo y que le va muy bien. Cuenta que ella no se entera de mucho, y que nunca ha tenido nada que ver. Cuenta que no le da emoción ver al minero allí sentado, ni pensar en que le pueden caer años de cárcel a él, porque no piensa que le vaya a caer nada a ella: “Como dice mi padre, cada perro que se lama su pijo…” “Es un dicho de allí eh, que no lo digo con mala intención”. Parece no haber dicho nada nunca con mala intención ¿habrá hecho algo alguna vez con mala intención?

Y están dos chicas muy, muy jóvenes, que entran al lavabo cuando entro yo. La dos llevan velo. Hablan perfectamente español. Y se están arreglando ante el espejo. “Somos las que más llamamos la atención ¿verdad?” dice una. “Sí”, contesta la otra, “es que somos las más guapas, y somos diferentes. Nos miran”, contesta su amiga. Eso es, lo son, guapas, tapadas, y diferentes.

Los 28 procesados ya no están allí, hoy, en la pecera. En sus declaraciones ante el tribunal llaman así al recinto de seguridad que les acoge. En esa pecera han pensado qué van a decir en su última palabra durante el juicio. Y allí se han atrevido a pensar lo que después han dicho. Han condenado (todos menos los tres acusados de ser ideólogos) los atentados. Y lo han hecho mirando a los tres jueces que van a emitir sentencia porque, ahora no, no se han atrevido a girarse para mirar a las víctimas repartidas entre el público y decirles mirando a los ojos lo que dicen descaradamente a los jueces: que entienden su dolor.

Hoy estarán como peces sin agua en otras peceras sin cristal. Y hoy me alegro de no estar allí.

miércoles, 27 de junio de 2007

Crónica de líneas sobrepasadas


Con permiso de Atikus y de todos los expertos en cine, hoy me voy a centrar en una película, quizá, para anestesiar algún recuerdo vivido. He estado viendo Crónicas, una narración descarnada en la que el protagonista es un periodista de televisión que trabaja en un reality de los muchos que pueblan las emisiones de todo el planeta. Está empeñado en convertirse en un héroe y descubrir a un asesino de niños sobre el que ha tenido que trabajar. El contacto con la gente le lleva a tener pistas que decide investigar por si mismo y, totalmente consciente de lo que hace, atraviesa una de esas líneas rojas que tiene toda profesión para conseguir lo que ansía sobre todas las cosas: el éxito y el reconocimiento.

Y su personaje no está alejado de mucho de lo que hay en el periodismo de hoy. Aquí y ahora. Una escena de la película muestra a una madre llorando, derretida y agarrada al ataud de uno de sus hijos. El marido se acerca hasta ella para consolarla, abrazarla, y para intentar que se separe del féretro. Es una escena con la que los periodistas trabajamos con cierta frecuencia. Y en ese pequeño cementerio de la película, el cámara de televisión mueve al padre, al hombre dolorido, para poder captar mejor la imagen. Le hace moverse para que en el objetivo quepa bien la cara inundada de llanto y dolor de la madre.

Más tarde el cámara, el periodista y la productora de la noticia se ven envueltos en un linchamiento. De lo que se preocupan es de que la crudeza de la escena salga bien filmada, de que la sangre se capte y los puñetazos aparezcan en primer plano.

Pasan muchas cosas más… tantas más como las que “compañeros” de profesión hacen cada día en la vida real.

He tenido que trabajar en noticias sobre desaparecidos en las aguas de un río y no he preguntado a los hombres y mujeres con lágrimas en los ojos que se adivinan como familiares. No. Se habla con los policías, con los guardias civiles o con los buzos, pero se tiene que respetar el dolor. Los cámaras se dan codazos entre ellos y con los fotógrafos, hay redactores que corren detrás de un coche que está en marcha suplicando unas palabras que rellenen un tiempo vacío…

He tenido que ir a entierros y nunca me he acercado a los familiares, metiéndoles el micrófono o una grabadora entre las lágrimas para pedirles una declaración. No he suplicado a madres destrozadas que me diesen una foto de sus hijos fallecidos para publicarla en el periódico y que todos vean la cara viva de un muerto. Sí he hablado con heridos que han contado cómo ha sido un accidente; sí he hablado con portavoces que han narrado hechos y no lamentos; sí he pedido datos a quien podría tenerlos. Sí he intentado reconstruir, he buscado, he escrito, he hablado…

Las líneas rojas se pasan de muchas formas. Y hoy la prensa se está saltando las fronteras. Redactores jefes, jefes de sección, subdirectores y directores, jefes de programas, productores… piden la sangre que muchos les dan.