Unos ojos felinos miran fijamente a quien tiene entre sus manos uno de los libros más interesantes publicados en los últimos años. Es la portada de “Kafka en la orilla”, del japonés Haruki Murakami. Durante estas vacaciones he podido leer mucho, casi tanto como a lo largo de todo el año, es lo que tiene la tranquilidad de días que se han dejado pasar lentamente. Y este es, sin duda, el libro que más me ha llamado la atención. Bueno, está claro ya, que estoy de vuelta ¡hola!
Se cuenta la aventura vital en la que entra, sin anestesia, un joven que el día en que cumple 15 años se va de casa huyendo de un padre ausente, un padre que está convencido de que se repetirá la tragedia clásica en la que el hijo le matará. Y en la que añade que la madre y la hermana desaparecidas en su infancia entrarán en la vida del adolescente a través del sexo.
Recuperando la mejor tradición en la que se mezclan las realidades, volviendo a la literatura que combina lo mágico con la vida actual, en este caso japonesa, el relato consigue introducirnos en un mundo paralelo en el que lo sencillo se convierte en filosofía.
Una reflexión para seguir pensando: “Cada uno de nosotros pierde algo muy preciado. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo siempre fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de sus días en tu propia biblioteca”. (Página 580 de la edicición de Tusquets)
Un viejo que en su infancia cayó desplomado al suelo junto a sus compañeros de clase sumido en un desmayo que a él le impidió volver a leer, pero le permite hablar con los gatos; un bibliotecario que mira, comprende y no juzga; una mujer herida en el corazón y anclada en una juventud que le dio el amor; y el quinceañero que huye son los protagonistas de una historia tan ágil que es imposible despegar la vista de sus hojas.
“Kafka en la orilla” me ha hecho recordar las emociones que sentí cuando leí “Cien años de soledad”. La distancia entre los dos libros es amplísima, incluyendo las culturas sobre las que se asientan cada una, pero la magia de los mundos paralelos que se hacen reales está viva en las dos obras.
Murakami llegó a la literatura a través de la música, y sus obras escritas tienen la cadencia de las partituras.