jueves, 22 de enero de 2009

Las curvas



Siempre me han gustado las curvas. Lo sinuoso. Las eses. Ssssss. Las serpientes. Lo que se dobla y sigue. Lo que se desplaza con suavidad. Lo que sugiere que se eterniza. Lo que no acaba, sino que se curva. Lo que provoca deseo de continuar. Lo que esconde en un recodo la sorpresa que tiene detrás...

miércoles, 7 de enero de 2009

El rincón del viaje: El Gobi que canta








Si una palabra define el desierto del Gobi es transparencia, y si buscamos un adjetivo, tiene que ser el de infinito. Transparente es el agua, transparente el azul del cielo que quiere dejar ver la atmósfera infinita. Transparente es el aire que surca los rostros de los que se adentran en la infinidad de las arenas doradas. Y transparente es la luz que traspasa el recuerdo para llevar hasta los tiempos del mítico Gengis Kan, dueño y señor de estas tierras.

Muchos dueños han tenido las arenas del Gobi. Los más imponentes, los dinosaurios que dejaron allí sus huellas. Bajo las finas capas de arena los investigadores siguen encontrando tesoros. En el Gobi se hallaron los primeros huevos de dinosario y en la década de los 90 del siglo pasado un paleontólogo americano se extrañaba de que cada tres minutos apareciese un fósil nuevo en este inmenso desierto.

Es un lugar en el que durante los fríos inviernos se pueden superar los 40 grados bajo cero, que se convierten en más de 40 sobre cero en la época de fuerte calor.

El Gobi estuvo vedado durante décadas a los ojos occidentales, estaba encerrado en el imperio soviético. Ahora, cuando los acantilados de fuego, como han llamado a sus colinas, se pueden visitar libremente, miles de personas se acercan hasta los campamentos habilitados en las cercanías de la población de Dalanzadgad. Desde allí se organizan viajes al interior del desierto en autobuses o en cuatro por cuatro que aprovechan los caminos abiertos.

Muchos se dirigen hacia los acantilados de fuego, y hasta el parque natural conocido con el nombre de Las Tres Bellezas. Es el nombre que le han dado a las cadenas montañosas que lo rodean.

Las condiciones de vida allí son muy duras. Eso lo saben bien los nómadas que sobreviven en esta inmensidad y que tienen como norma la hospitalidad. Ellos ofrecerán su té y su tienda a quien encuentren, necesitado, en el camino.

Pero no todo en el Gobi es desierto de arena. En un territorio que es dos veces y medio lo que ocupa España hay sitio para casi todo. También para fantásticas dunas que dicen que vuelven locos a los humanos. Son las dunas que cantan. Son, en realidad, granos cubiertos de sílice que cuando son movidos por el viento provocan un fuerte ruido.

Las dunas cantan en voz alta a los que se acercan hasta ellas en los días de fuerte viento. Para escucharlas sólo hay que ir hasta Mongolia.