Picasso dijo que muchas de sus obras están inspiradas en la cultura de Chavín, un enclave situado en Perú. Es un milenario templo declarado patrimonio de
Chapín era frecuentado entonces cuando era frecuentado por peregrinos de todo el mundo andino, que atravesaban miles de kilómetros para llegar a este conjunto con forma de U, que asemeja a una pirámide invertida y que se pierde en galerías oscuras por las que se van colando los rayos del sol que logran entrar por pequeños respiraderos. Cuenta la leyenda que fueron más de 1.000 los años en los que Chavín gozó de esplendor, y que sus sacerdotes eran cultos hombres que dominaban la astronomía y a los que miles de peregrinos pedían consejo.
En este templo las imágenes no son las habituales de nuestra cultura europea. Allí encontramos tallados en la piedra las majestuosas serpientes, los aristocráticos halcones y los temidos caimanes. El jaguar es, no obstante, la pieza esencial, como corresponde al dios del lugar.
Chavín no es un templo de estructura única. Es un conjunto de construcciones que se superponen en terrazas. Piedra y tierra se unen para formar unos túneles que, en su origen, debieron estar pintados y que servían para guardar ofrendas, para permitir el paso del agua, para guardar las provisiones de los habitantes del templo... El exterior es majestuoso con piedras de hasta cuatro metros en las que hay grabadas esculturas de rostros en los que se funden los rasgos humanos con los animales.
Los que entran en el laberinto de Chapín se sorprenden por la ausencia total de ventanas, una carencia que queda totalmente sustituida por un complejo sistema de ventilación que mantiene perfecto el aire continuamente. Los que no se sienten cómodos en la oscuridad, los que temen entrar por un pequeño agujero para colarse entre las galerías, no pueden pasar a conocer los secretos del templo, una construcción que se extiende por varios niveles conectados a través de escaleras y de rampas.
La ubicación del templo de Chavín no responde a una casualidad. Se habla de una localización esotérica, religiosa, cuidadosamente seleccionada. Y no sorprende la afirmación porque para llegar al templo hay que estremecerse antes mirando la cordillera negra, una sucesión de montañas que parecen dientes oscuros y que contrastan con su cercana hermana, la cordillera blanca. Allí, entre esas cordilleras, que separan el templo del mar, se levantó un complejo religioso que sigue rodeado del misterio de lo desconocido.