domingo, 29 de junio de 2008

Los grupos


No me gustan los grupos grandes... excepto cuando soy un diminuto ser dentro de ellos. Vistos desde fuera son ruidosos y excesivos; son medidamente alegres y aprendidamente educados. Hoy en el restaurante nos ha tocado al lado de una celebración con niños vestidos de inmaculado azul; jovencitas con vestido ajustado y sandalias nuevas de las que aprietan; maduros con el lacoste recién comprado y mayores que regañan por todo el tiempo que ha pasado sin que se junte la familia. Qué arroz con carabineros tan poco disfrutado entre risas y gritos... ¿deberían avisar cuando reservas que te van a sentar al lado de ellos?

sábado, 21 de junio de 2008

Un olor amargo


De la habitación de Mario salía un olor amargo, un aroma concentrado con las más ágrias destilaciones que mi olfato recordaba. Habría que iniciar una labor de investigación olfativa. Descubrir de dónde salía esa fuente inagotable de desagrado que hacía arrugar la nariz. De la cama, no; de las cortinas nuevas, tampoco; del armario... síiii. Allí vuelta a empezar. Nada en la ropa, nada en los cajones... una pista se desprendía de una caja nueva ¿Estaría allí el culpable?

La caja contenía las deportivas nuevas de Mario. Las que estaban recién compradas, de la semana pasada. Qué bonitas. Y qué orgulloso llegó él el primer día del colegio. Negras y verdes. Hasta los mayores le habían parado en el patio para pedirle que se las enseñara.
Sus nuevas Nike. Verdes y negras.
Sus nuevas deportivas.
¡Las auténticas culpables!

Fui a la tienda. Indignada. Unas zapatillas nuevas no pueden desprender un olor que recorre la casa. Tendrán algún defecto de fabricación... ¡si son de marca buena!
La chica que me atendió me mira extrañada.
- Sí huelen... pero será cosa de los chicos, ya se saben, tan mayores, les huelen los pies.
- Ehhh... ¡pero si tiene 9 años! Eso no... mi hijo no... ¡será el tuyo!
Ella vuelve al ataque.
- Pues será que le compra los calcetines en "el chino" y ya se sabe que un algodón tan malo...
- Pues no. No, no. No le compro los calcetines blancos deportivos en el "todo a cien" donde tienen los calcetines al lado de las ollas.
Insiste.
- Bueno, será que utiliza todos los días las mismas... y ya se sabe que eso no es sano.
- Pues tampoco. Se intercambia las deportivas diariamente con otro par que tiene.
Bien, pienso, le estoy ganando la batalla... ¡y sin mentir!
Pero me equivoco.
- Mire, es que estas zapatillas son de plástico ¿qué puede esperar de ellas?
- ¡Son Nike! De una marca que se vende como distintivo de calidad no puedo esperar que me ofrezca unas zapatillas de plástico que huelen y destrozan los pies. No puedo entender que cada día hagan unas deportivas de peor calidad a un precio cada vez más alto.
Y termina rematando la conversación:
- La culpa de todo esto no es del fabricante. Es de ustedes. Ellos fabrican lo que quieren, pero ustedes son los que compran y si están dispuestos a comprar plástico a precios de piel...

¿¿¿Los culpables no son los que fabrican porquerías, los intermediarios que nos las hacen llegar a través de las tiendas??? Pero tiene parte de razón, terminamos teniendo la culpa nosotros por comprar. En el equipo de fútbol de mi hijo todos tienen deportivas de las grandes marcas. Son más de 500 euros en plástico los que cada partido corren pegados a los pies de los jugadores. Son las que están de moda.

miércoles, 11 de junio de 2008

Me secuestran


Me tienen secuestrada. No me dejan vivir. Sí. Son ellos. No son piquetes ¡son peores!
Me atrapan en sus declaraciones. Me enredan en sus palabras. Y me tienen alejada de todo lo que no sean ellos.
Los que me tienen como rehen tienen nombre: los transportistas. Mañanas, tardes (y sé que alguno quisiera que las noches también) las paso atrapada en el Ministerio de Fomento. Mira que les digo que me quiero ir... pero es como si no oyesen nada.
Que no llegan a un acuerdo... ¡que no me dejan ni escribir! ¡Que no puedo ni gritar!

domingo, 1 de junio de 2008

¿Cómo nos llevaríamos?

Me entretengo pensando qué relación podría tener con cada una de las personas que van entrando en el vagón. Pienso si podría ser amiga de la chica que pasa sin mirar y se acomoda junto a la puerta, o si terminaría discutiendo con el que se ha subido corriendo porque temía perder el tren. Me distraigo así muchas veces cuando voy en el metro. Me dejo llevar pensando qué pasaría si justo ese vagón en el que viajo se quedase parado en mitad de un túnel sin poder moverse, aislado, sin que pudiésemos salir, durante un tiempo indefinido.

Creo que me llevaría bien con la rubia de pelo teñido, largo y ondulado. De espaldas me pareció joven, pero cuando se sentó y pude ver su cara comprobé que pasaba bastante de los 50. Ha envejecido dejándose estar como si fuese joven. Pero podríamos entendernos. Ha sacado del bolso un monedero blanco y negro, imitando piel de vaca. Y por eso, y por sus rizos largos hasta el culo, me ha caído bien.

Seguro que no me entendería con el hombre del abrigo verde botella. Repeinado hacia un lado y con los zapatos sucios. No. Con él no. Ya me dijo mi amigo Cristóbal hace muchos años que la gente con zapatos sucios no es limpia. Desde entonces cuando me presentan a alguien le miro a los ojos, deslizo una mirada discreta a las manos y bajo disimuladamente la vista para analizar su calzado.

La pareja que se sienta a mi derecha no tendría mucho interés en compartir experiencias. Sus miradas son para ellos y las caricias dejan atrás el mundo.

Los dos hombres que están sentados frente a mi seguro que dan para hablar de música y de literatura. Uno lee atentamente, es un tratado en inglés sobre psicología. El otro sigue rítmicamente la música que sale de unos auriculares blancos. Son atractivos. Si nos quedásemos allí muchísimo tiempo ¿serían los que me podrían llegar a gustar?

Un chino dormita un par de asientos más allá sujetando bien un carrito de la compra. Dudo mucho que pudiese hablar con él, pero si rompiésemos la comunicación de las palabras podríamos mirarnos a los ojos y ver, juntos, su país. Aunque quizás el prefiriese hacerlo con la jovencita con aspecto de rusa o de polaca que mira distraída por la ventanilla. Tiene un pelo precioso, fino y suave, sobre una cara cargada de maquillaje excesivo y barato.

Si en ese vagón fueses tú… ¿cómo nos llevaríamos?