jueves, 22 de marzo de 2007

El rincón del viaje: Jodhpur

Como esta semana tengo menos tiempo del previsto os adelanto la propuesta de viaje. Si estais dispuestos.... nos vamos a Podhpur:


India es el país de las sensaciones, de las emociones, de lo espiritual y lo material… del dolor y de la belleza… de los contrastes y de los colores. Y la ciudad de Jodhpur es la que tiene dentro de sí el color azul. Es uno de los principales núcleos urbanos de la región de Rajasthan y en sus estrechas y sinuosas calles del barrio antiguo abundan las casas pintadas de azul índigo. Son las casas de los bramanes. Y son esas paredes las que han llevado a que Jodhpur se haya llamado la ciudad azul. Entre las vacas sagradas que comen sin descanso, sin miedo y sin prisa por mitad de las calles, aparecen tenderetes de especias, de telas y de frutas que acompañan en la gama de colores a los azules de las calles. Las mujeres de Jodhpur, vestidas con sus saris rojos, azules o verdes, mezclados con el dorado, terminan de inundar las retinas de esos tonos puros tan alejados de nuestras ciudades occidentales.

En Jodhpur tan majestuosos como sus callejones son sus principales monumentos. Las mejores vistas de la ciudad son las que hay en un impresionante fuerte situado en un risco que se levanta 125 metros sobre ella. Es la fortaleza más imponente del Rajasthan y para llegar hasta ella vuelven otra vez las sinuosas curvas que salen desde la ciudad que descansa a sus pies.

La fortaleza ya se ve impresionante desde la ciudad, pero eso apenas es un adelanto de lo que se podrá disfrutar una vez en el recinto. Si decimos los nombres de los palacios que hay dentro ya nos vamos a poder hacer una idea de la belleza que se encuentra en su interior. En la fortaleza de Jodhpur están el Palacio de la Flor… el Palacio de la Perla y el Palacio del Placer. Todo estaba hecho dentro de esta fortaleza para el deleite de los marajás que allí vivieron. Un deleite sobre todo de ellos, de los poderosos marajás que mandaban y disponían de la vida de los demás. Todavía se ven las quince huellas de manos que recuerdan el sati de las viudas del maharaja Man Singh, que se arrojaron a su pira funeraria en 1843.

En los salones de los palacios… la luz juega con paredes revestidas de filigranas verdes que le quieren quitar el protagonismo a vidrieras rojas. Hay paredes adornadas con todos los colores del arco iris… hay techos de madera, hay piedras preciosas adosadas…. Y hay muchos turistas. Pero no turistas de aquí, de esta zona del planeta… sino de allí. Los hindúes que viajan para conocer su país se acercan hasta la fortaleza de Johpur y disfrutan viendo su majestuosidad. Pero también disfrutan mirando a los occidentales que llegan acalorados y con los ojos desorbitados no queriéndose perder un solo detalle.

Y los turistas de la India nos hacen tantas fotos como nosotros a ellos. Llegan ataviados con las ropas de cada una de sus regiones y llenan de colores las calles. Nos asombramos y se asombran. Es un divertido juego que nos distrae, apenas unos momentos, de la armónica belleza de la fortaleza de Jodhpur y de sus sinuosas calles.

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