
Ya están empezando a llegar las invitaciones para las comidas y cenas de Navidad. Las empresas, los partidos políticos, las instituciones... inician un fin de año de gasto incontrolado de invitaciones para tratar de influir en los demás. Los grupos políticos invitan en el Congreso y en el Senado a los periodistas acreditados... y reparten un regalito. El del gabinete de prensa del Congreso es uno de los más demandados y esperados. Manuel Marín no escatima en estos detalles, él, uno de los políticos mejor pagados del panorama nacional, siempre tan elegante y ricamente ataviado, no repara en una minucia de gasto para plumillas y foteros. Invitan las farmacéuticas, las Bolsas (regalos también muy jugosos), las asociaciones, los ministerios, los colegios profesionales...
Y nosotros vamos, unos resignados a gastar nuestro propio tiempo en un compromiso social, y otros encantados esperando a ver qué cae. Está extendida la idea de que estas comidas ayudan a conocernos más entre nosotros. Pues bien... no es verdad. Tendemos a sentarnos con la gente que ya conocemos, y mejor con un compañero que con los anfitriones. Se hacen escalas de "importancia" que desacreditan a organizadores y a asistentes. Son reuniones a las que no se va voluntariamente, que si nos acercan lo hacen con deuda y nosotros debemos estar libres, y que suponen un auténtico marrón.
Y como nosotros mismos no queremos ser menos, los compañeros del Congreso organizan su propio acto para ir "engalanados" y "emperifollados" copiando al mejor de los altos políticos de turno. Siempre medrando para que acudan los jefazos, en este caso Zapatero y Rajoy. Es habitual la "vice", y van los portavoces parlamentarios. Los periodistas damos nuestros premios y hacemos nuestra "gala". He ido un año. Y ya me quedo. Soporto poco las galas, y menos el cutrerio en el Palace que termina con un "pincha" que pone discos de baile con traje de camarero y con éxitos de hace entre 10 y 30 años....
Cuánto gasto y cuánto desgaste...