lunes, 4 de junio de 2007

El rincón del viaje: Kingston


Tiene en su contra que se considera una de las ciudades más peligrosas del mundo. Tiene fama de ser sucia y despiadada, pero tiene el encanto que rodea a todo lo que supone peligro. Kingston, la capital de Jamaica, tiene el puerto natural más grande del Caribe y en sus calles se mezcla la antigua arquitectura con altos edificios, con arrabales en los que sobreviven miles de personas y con las industrias.

Y otras miles de personas vuelan cada año hasta Jamaica para bañarse en sus transparentes aguas y reposar en sus arenas blancas, pero ni tan siquiera se acercan hasta la capital. Y se pierden una interesante ciudad con un pasado espectacular y lleno de vida. Una vida que todos identificamos con el reagee, la música que ha llevado Jamaica al inconsciente colectivo de occidente. Bob Marley tiene un museo en Kingston, evidentemente, y se encuentra en el estudio donde grabó muchas de sus eternas composiciones. El museo es muy visitado porque está en la zona nueva de la ciudad, que es la más segura y en la que se concentran los establecimientos dedicados al turismo.

Pero los más decididos, los que no tengan miedo o los que sepan vencerlo, tendrán muchas recompensas en Kingston. Podrán acercarse hasta el sur, el downtown, donde está la guarida de piratas míticos, como Morgan. Port Royal, todo lo que rodea el puerto de Kingston está inmerso en leyenda de bucaneros, de riquezas robadas, de violentas peleas. Es un lugar de pasión y perversión. Otro barrio que se evita con frecuencia es el barrio español. Es de los más antiguos y fue el centro de la ocupación española. Aunque en su historia ha contado con la poca afortunada intervención de los ingleses, que casi acabaron con él, todavía tiene el honor de ser uno de los lugares más bonitos de la ciudad porque después de casi destruirlo, los ingleses volvieron a construir con el mismo estilo. Rompieron para restaurar. La plaza del barrio español es famosa Tiene el color blanco de tantos pueblos de la península y una catedral que es la más vieja de las indias occidentales.

Jamaica encandiló a "los descubridores". Cristóbal Colón sintió una especial fascinación por ella y los españoles que llegaron tras él se deleitaron construyendo en su capital. Kingston es dura y bella durante el día y puro ritmo durante la noche. La música y el baile no faltan jamás, a ninguna hora. Y los ritmos que lo inundan todo van desde el calypso hasta el ska y el inevitable reggae. Con prudencia y sin miedos... Kingston muestra sus secretos a los decididos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Tan sólo conozco personalmente a una persona que haya ido "por libre" a Jamaica (Rafa Bosch ¿lo recuerdas?) y creo recordar que, aunque lo disfrutó, no fue capaz de despegarse el miedo durante toda su estancia. Sobre todo durante los paseos nocturnos...

atikus dijo...

Jo, pues no me importaría hacer un poco el pirata por "kingston", si tuviera unos años menos y un poco más de atrevimiento, pero me temo que ninguna de las dos cosas me quedan ya, bueno...se podría apañar un viajecito a ver que sale...al menos conoci el "kingston" de madrid, el que estaba por Fernando VI..No? o por Barquillo..., jeje...no es lo mismo pero menos da una piedra

Anónimo dijo...

El reggae solo podía surgir en un sitio en el que perdura aún la segragación racial, y en el que un gran porcentaje de la población permanece en la más sucia miseria.

Desempleo... crimen... superpoblación... Kingston. Pero no me gustaría morirme sin pisarlo.

Carmen dijo...

Sí, lo recuerdo. Y hay muchas ciudades en las que el miedo se pega a la piel más que una lapa. Ya os contaré la aventura de la capital de Gambia.

Atikus, pues venga, que para hacer de piratas hace falta poca preparación. Ya sabes, los pantalones están a la venta en todos sitios. Y ah.. no, no no, no valen garitos. No me digas que no eres atrevido...

Carrascus a mi me gustaría pisar cada rincón ante de morirme. Pero diría desde ya que va a ser que no. Eso no quiere decir que no lo intente. Y si es un deseo tuyo, seguro que terminas poniendo allí alguna zapatilla.