jueves, 24 de mayo de 2007

Bajo la lluvia


La mañana ha amanecido hoy mojada. Al salir de casa dudé entre coger el paraguas o salir directamente confiando en que la lluvia no fuese demasiado intensa. Hace años hubiese optado directamente por dejar el paraguas en casa y mojarme sin más, pero hoy pensé que mejor llevarlo toda la mañana, aunque fuese a costa de cargar más de la cuenta un bolso que ya se queja de tanto peso. La primera parada, en la Junta Electoral de Zona, ya fue humedecida por un agua ansiosa que no paraba de bajar del cielo con intensidad. Después de un trayecto en metro, nueva parada en La Caixa, con rueda de prensa sobre empresarios inmigrantes. Dicen en el estudio que uno de cada seis inmigrantes es autónomo, y que muchos optan por hacerse empresarios en sectores como la hostelería y el comercio. La novedad es que añaden los sociólogos que los empresarios inmigrantes están revitalizando un comercio tradicional que estaban abandonando los españoles. Y que, a base de horas de trabajo, están consiguiendo hacer rentables negocios que todos conocemos y que siempre vemos abiertos. Las mujeres inmigrantes son las que más optan por este “empresariado”, pero en las encuestas matizan que quieren que sus hijos sean abogados, empresarios o arquitectos.

Después de escucharles atentamente, vuelta a una calle que sigue mojada. Y mi paraguas, comprado en una de esas tiendas de inmigrantes que siempre están abiertas, empieza a tener goteras. Cuando salí de casa decidí llevar paraguas, pero no abrigo. La camisa de lino que pillé del armario no es capaz de soportar muchas gotas más de lluvia sin calarse directamente. Y es entonces cuando recuerdo lo que me gusta mojarme mientras paseo. Miro hacia el horizonte que los edificios de Madrid me dejan libre y una nube perdida hace que, por un momento, crea que una montaña se adivina a lo lejos. Y decido que el paraguas con goteras no vale para nada. Y lo dejo en la papelera y dejo que me mojen las gotas que caen frescas y vivas directamente del cielo.

Me he dejado mojar en un largo paseo hasta llegar a casa. Las gotas de agua fría se vuelven tíbias cuando encuentran la piel y, como recompensa, la cabeza se queda vacía de pensamientos y llena de sensaciones.

4 comentarios:

nancicomansi dijo...

Gotas de lluvia que al caer...(se ha de cantar...yo lo he hecho...)
Es verdad...cuatro gotitas y nos refugiamos aterrados bajo el paraguas...ni que fuera ácido nitroso...es un poco irracional y un reflejo casi automático...
Yo un día de estos provaré dejarme empapar...si...

Anónimo dijo...

Sólo se me ocurre decir que esta lluvia, a pesar de las catástrofes que ha ocasionado a la agricultura, es estupenda para llenar los pantanos y para ver el campo este fin de semana de otra manera.

Anónimo dijo...

Siempre

Anónimo dijo...

Siempre me gusto caminar bajo la lluvia, pero una lluvia fina..delicada. Mis mejores decisiones las tomé al amparo de esa humedad calida y envolvente, sobre todo si es por la noche donde las luces de neón toman partido y lanzan destellos multicolores.
Esa sí, pero no la que me pilló saliendo de Madrid el pasado domingo a las siete de la tarde
Terrorífica, no cabe otro calificativo