lunes, 26 de febrero de 2007

Dentista

Si será mala, malísima esta vida que empiezo a relatar, que comienza hoy en el espacio coincidiendo con una visita al dentista. ¡Odio! Esa es la primera sensación al pensar que tengo que sentarme, desprotegida y con la boca abierta frente a un hombre al que no me quiero comer. Pondrá su cara sobre la mía, mirará lo que nadie pide ver. Introducirá dentro de mi aparatos con los que nunca he soñado... que, es más, ¡provocan en mi auténticas pesadillas!. Encima, él sonreirá y el colmo es que cuando por fin todo termine ¡TENDRE QUE PAGARLE!
Para más colmos, esta mañana antes de empezar a trabajar ofrecían café con unos bollitos estupendos y tuve que hacer como que no me apetecían. Ay... la vida!
Sufridores y sufridoras del mundo: esto empieza YAAAAA

3 comentarios:

carmenque dijo...

¡Qué guapa estás en la foto, Carmen, y que conjuntada esos cristales de gafas y ese color de labios!
Efectivamente, el dentista es ese personaje que te saca las pelas, porque no sé de dónde viene su privilegio de no cubrirlo la Seguridad Social, y al que sueles dejar de lado, aunque sabes que no te quedará más remedio que visitar cuando ya no puedas ignorar el dolor de muelas o de cabeza. A mí me da una pereza enorme, porque sé qué me va a hacer la próxima vez que acuda: quemar el nervio. ¡Por Dios, quemar el nervio! Esto suena a: ¡Te vas a cagar la pata abajo! Perdón, pero es así. El nervio pertenece a una muela que me empasté, pero que nunca más pude utilizar, porque el empaste no funcionó y cuando masticaba por ese lado veía las estrellas. Esto fue como en febrero o marzo de 2006. Pues aquí sigo. No fui ni a reclamar el mal empaste que me hizo, de la pereza que me daba el pensar que me tenía que volver a toquetear. Claro, no utilizo para masticar ese lado de la boca, con lo cual estoy maltratando el lado contrario y una de las muelas ha comenzado a quejarse. Horror. Ahora, cada vez que sucumbo a la tentación de tomarme un cola-cao (y a comerme una o dos cucharadas de regalo), el cacao se interna en la muela, me recuerda que está picada y me sube un dolor por el ojo izquierdo, que me hace jurar y perjurar que al día siguiente pediré cita en el dentista. Mentira. Aquí sigo sin llamar. Mi hermana dice que no te enteras que te quema el nervio. No es por nada, pero yo ya estoy sufriendo solo de pensarlo. Bueno, que me callo ya, que el blog es tuyo... pero es que el tema me pone...

Anónimo dijo...

Claro que lo de ir al destinta duele doblemente,

Anónimo dijo...

Claro que lo de ir al destista duele doblemente, por que el bolsillo se queda temblando cada vez que pasas por sonsulta. ¡ y los niños! todos con los dientes torcidos, muerden mal... ¿como vas a dejar al niño con los dientes feos para toda la vida? , ¡otra vez a pagar! y de verdad. Da igual que tenga, dos o tres, todos necesitaran aparato, con un poco de suerte no coincidiran.
Bueno Carmen, un gran saludo por tu idea, y por cierto, que estupenda estás en esa fotografía, pareces una "astris de de cine de holivú".
Saludos